La odisea de los padres de Faustino Oro para acompañarlo en su explosión ajedrecística y cómo lo educan

Hace más de 20 años, Romina Simondi – el 5 de septiembre cumplirá 46 años – y Alejandro Oro – el 15 de diciembre, 43 -, cruzaron sus miradas profesionales de contadores públicos, en una pausa de sus trabajos, en la sede Buenos Aires de la empresa Tecpetrol. Acaso, sin proponérselo, ese fue el primer disparador de una relación en la que los cálculos y los balances arrojaron un superávit de cuatro letras; los unió el amor.

A partir del 28 de noviembre de 2008 decidieron vivir en número par, se casaron, y cinco años después, el 14 de octubre de 2013, una brisa amable de felicidad invadió el hogar con la llegada del primer fruto; su único hijo Faustino: el niño que revolucionó el mundo del ajedrez con marcas y récords que las mejores figuras del historial de este milenario juego, como Capablanca, Fischer, Kasparov o Carlsen no consiguieron a esa edad.

El 30 de junio último, a los 10 años, 8 meses y 16 días, Faustino Oro se convirtió en el maestro internacional más joven de esta actividad.

“Fausti es un niño despierto, pero no se destaca en todo lo que hace; no es un superdotado. Por ejemplo, le cuesta aprender inglés. Lee poco, ni siquiera los libros de ajedrez. Simplemente, tiene una habilidad prodigiosa para jugar al ajedrez”, le contó a Infobae papá Alejandro. Y completó: “Para Romina y para mí es prioridad en estos momentos que él socialice con niños de su edad, que descubra cosas nuevas junto a ellos”.

Hace siete meses, el 5 de diciembre de 2023, Romina y Alejandro antepusieron la acción a los sentimientos; renunciaron a sus puestos gerenciales – ella, con 21 años en Tecpetrol, y él, a otros tantos en Laboratorios Bagó -, dejaron la vivienda en el barrio porteño de San Cristóbal, a sus familiares y amigos, y se marcharon rumbo a España. Subordinaron una vida de confort y apostaron por una gran aventura: el intento de hacer realidad el sueño de Faustino.

Por entonces, el pequeño Fausti – como lo llaman sus padres y amigos – con sólo 10 años era apenas una gran promesa en el ajedrez. Cursaba el cuarto grado en la escuela San José de Calasanz y hacía tres -desde los tiempos de pandemia- que había descubierto el movimiento de las piezas.

Pese al escaso tiempo de aprendizaje, ya había batido varios récords de precocidad como el mejor Sub 8, Sub 9 y Sub 10 del planeta, más las conquistas de un campeonato argentino y un Panamericano entre los menores de 10 años. De los cuatro peldaños de la escalera que eleva a los ajedrecistas hasta la máxima categoría de gran maestro, él niño ya había cumplido con dos: Maestro Candidato y Maestro FIDE, ambas con plusmarcas de la más temprana edad. Cargaba en su mochila de viaje a España una de las tres normas (performance) necesarias para el siguiente salto: ser maestro internacional.

“En el cole tengo fútbol los lunes y es lo que más me gusta. Lengua, plástica y matemáticas, un poco menos, pero la preferida es gimnasia y lo mejor son los recreos”, le había contado a Infobae el niño que aún desconocía la tabla del 9, la división con decimales o la cantidad de planetas que forman parte del sistema solar pero que frente a un tablero era capaz de resolver ecuaciones a la velocidad de un rayo; poseía una capacidad visual de cálculo que podía imaginar hasta 10 movimientos sin necesidad de mover las piezas sobre el tablero.

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Cuando sus logros llamaron la atención de los expertos, la Federación Argentina de Ajedrez (FADA) puso a su disposición un equipo con tres entrenadores: Jorge Rosito, Leandro Perdomo y Roberto Servat. El niño estudiaba ajedrez 10 horas semanales y por su cuenta, le dedicaba otras cuatro diarias a la diversión de practicarlo por Internet o a resolver ejercicios de táctica.

“En algunos aspectos, Fausti es un niño muy maduro porque se mueve en un mundo de adultos. Pero para muchas otras cosas, es un chico normal, con inocencia y las aficiones propias de su edad”, contó la mamá. Como prueba de ello, acaso, vale mencionar que el nuevo prodigio del ajedrez celebró con gran emoción la llegada de Papá Noel en la última Navidad, y habitualmente utiliza “peluches” -tiene más de 10- con los que comparte sus horas de sueño y clases de ajedrez.

Así, en el último mes de 2023, la familia Oro comenzó su odisea; con la casa a cuesta como caracol deambuló por España. Habitaron nueve apartamentos por Airbnb hasta que, recién hace dos meses, consiguieron el alquiler de una vivienda en el nuevo barrio edificado entre el Puerto Deportivo de Badalona y el pabellón de los Juegos Olímpicos de 1992.

“Si no le dábamos la oportunidad a Fausti es porque había nacido en la familia equivocada; no importa a lo que renunciamos, nosotros ya habíamos disfrutado de muchas cosas en la vida y era imprescindible darle esta posibilidad. Hubiera sido muy triste no haberlo intentado. Lo único innegociable era el desmembramiento de la familia, que tuviéramos que vivir separados acompañando su crecimiento. Creímos que en España iba a tener mayores posibilidades que si seguía jugando sólo en Argentina. Eso salió bien, pero también pensábamos que teniendo la ciudadanía española las cosas serían más fáciles para poder asentarnos, y lamentablemente no fue así”, añoró Alejandro que confiaba encontrar en Barcelona – donde se concentra el 80% de la industria farmacéutica de España – mayores posibilidades laborales, pero no resultó.

Por ahora trabaja para la Federación Catalana de Ajedrez, pero su salario es muy bajo. “Para que te des una idea sólo cubro el gasto del alquiler, pero también hay que ir al supermercado y pagar los servicios (risas)”, dijo sin perder el humor.

“La última mudanza no nos ha permitido aún completar las habitaciones, ni que Faustino, a causa de tantas competencias, pudiera recorrer las plazas del barrio”, contó Romina, la mamá.

Y agregó sobre el futuro de su hijo: “Queremos ir paso a paso, hay que ver qué sucede con los cambios de edades, aunque por ahora él proyecta su futuro con vistas al ajedrez. Le brindamos mucho poder de decisión, juega dónde él tiene ganas. Mantiene su atención con el fútbol, le gusta ver series y escuchar música. No le gustan mucho los reportajes porque le dan vergüenza. Tal vez por el ajedrez él es un chico ordenado, ya que tiene sus horarios diferenciados para hacer sus cosas”

”Siempre quisimos que haga lo que tenga ganas; si hubiera sido por mí debería haber aprendido mucho antes, pero agarró el ajedrez cuando él quiso. Al principio me imaginé que ganaría un campeonato argentino Sub 8, pero con él las cosas pasan volando; transmite su hiperactividad y tiene una capacidad infinita de sorprender. Él sube la vara de tus expectativas sobre sus logros: en septiembre de 2023 hizo su primera norma de maestro internacional y nueve meses después logró el título”, apuntó.

Desde hace tres meses – casualmente coincidente con el último mejoramiento de Faustino en la comprensión del juego donde alcanzó resultados superlativos; las dos normas que necesitaba para lograr el título de maestro internacional y una imbatibilidad de casi 90 días pese a haberse enfrentado a jugadores de una categoría superior -, el niño está acompañado por el afecto de sus abuelos paternos: Elda Nuñez y Luis Oro, con un detalle no menor: ambos son ajedrecistas.

Don Luis fue un experimentado jugador que representó al Club Vélez Sarsfield en los torneos por equipos de la Copa AFA, en los años setenta. Fue parte del conjunto de Liniers junto al maestro Jacobo Bolbochan y el periodista Edgardo Mocca. En tanto, Elda, con menor fuerza en el juego, fue animadora de varias ediciones de los campeonatos argentinos femeninos que en esa misma época eran dominados por Julia Arias, Edith Soppe y Virginia Justo.

Radicados hace ya varios años en Santa Fe, los abuelos de Faustino Oro se dedican a la enseñanza y a la promoción del ajedrez en el Club Atlético Rafaela.

Tras la consagratoria actuación en Barcelona, donde Faustino se convirtió en el ajedrecista más joven en alcanzar el título de maestro internacional, el penúltimo peldaño para ser gran maestro (una especie de cinturón negro en los judocas), el niño se ha tomado un merecido descanso después de varios meses con fuerte actividad. La quietud o reposo no encajan con su hiperactividad y mucho menos de alejarse por un minuto de lo que más le gusta: jugar al ajedrez.

Por eso hace algunas horas nuevamente el ambiente de las torres homéricas, el peón ladino y tenue rey se vio convulsionado con una nueva hazaña. Sentado frente al monitor en su cuarto en Badalona le asestó una dolorosa derrota al mejor ajedrecista del mundo en ritmo blitz, el norteamericano Hikaru Nakamura.

“Yo quiero ser campeón mundial, pero eso es a largo plazo. En lo inmediato me gustaría ser gran maestro”, anticipó hace algunas horas. Es que Faustino no se detiene. Se apoya en sus padres, Alejandro y Romina, los grandes sostenedores de sus sueños. Los que lo acompañan en esta onírica odisea.

Infobae